Pablo Correa

Más allá de los brotes verdes

Por: Pablo Correa | Publicado: Lunes 6 de abril de 2015 a las 04:00 hrs.
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Durante los primeros meses de este año han surgido algunos signos de recuperación de nuestra alicaída economía. Estos "brotes verdes", como se le han llamado a estas cifras, han permitido al mercado enfrentar con algo de mayor optimismo el año. Sin embargo, analizando con algo más de cuidado algunos de estos brotes, se encuentra con que no pasan de efectos estadísticos o puntuales que, si bien mejorarán las cifras de crecimiento respecto del año anterior, corresponden a efectos transitorios derivados de la política fiscal y monetaria expansiva, la depreciación del tipo de cambio, así como el incremento en el ingreso disponible de los consumidores y la reducción de costos en las empresas producto de la baja en el precio del petróleo. Y sí, en lo inmediato los agentes se alegrarán por notar brotes verdes en la economía. Sin embargo, para que el terreno suba de precio es necesario mostrar que la tierra será más fértil a futuro.


Dicho lo anterior, en términos estructurales nada ha cambiado respecto de 2014, y es por ello que es fundamental analizar qué esperar una vez que estos shocks transitorios decanten. Tenemos que preguntarnos cuáles son las variables que lograrán dar un verdadero y permanente despegue a nuestra economía, para que recupere de manera sostenible los niveles de crecimiento que tenía hasta antes de mediados de 2013, dejando de lado las –si bien positivas- cortoplacistas proyecciones. Ese es el foco en el que deben estar concentrados nuestros esfuerzos.


En marzo realizamos un estudio con un diagnóstico sobre los valores de largo plazo de las variables macroeconómicas: producto, desempleo, tasa de interés y tipo de cambio. Y los resultados no son alentadores, puesto que se evidencia un deterioro en la capacidad de crecimiento de largo plazo de nuestra economía, la que se ajusta a cerca de 4,5% a menos de 3,7%. ¿Qué está detrás esta corrección? Una menor creación de empleo que en el pasado, un menor nivel de inversión tras la reconstrucción del terremoto y el fin del súper ciclo de inversión minera, así como un estancamiento en la productividad total de factores. Y si bien este fenómeno no es único de Chile (ocurre algo similar con nuestros principales socios comerciales), es imperativo no ser autocomplacientes y trabajar por una segunda agenda de reformas que permita aumentar la capacidad productiva del país, y con ello el bienestar agregado de largo plazo.


¿Se puede revertir esta caída en el producto potencial? La respuesta es sí, aunque no será fácil. La solución pasa por aumentar la productividad, cuyo crecimiento se ha estancado en los últimos años. Entonces, es imperativo ocuparse de tres puntos fundamentales: costo (no disponibilidad) de la energía, flexibilidad laboral (empleo juvenil y participación femenina) y capacitación de las Pymes.


En efecto, urge una política energética de largo plazo. Hasta ahora el elevado costo de este insumo encarece cualquier proceso productivo, independiente de la eficiencia que se logre. En cuanto a la flexibilidad laboral se debe facilitar la participación de jóvenes y mujeres. Acá se desaprovechó una oportunidad para aumentar la participación del factor trabajo con la reforma laboral, ya que todavía tenemos una baja tasa de participación femenina y un desempleo juvenil bastante alto. De haberse atacado este problema, la reforma laboral hubiese contribuido a aumentar la incidencia de trabajo sobre el producto y así haber elevado el PIB potencial.


La buena noticia es que no es necesario esperar a que estas reformas rindan sus frutos (los cuales tardan varios años en llegar, incluso generaciones). Tal como ha ocurrido hasta ahora con la caída en las expectativas de los agentes, en la medida en que se lleven a cabo reformas creíbles y estas sean internalizadas (tanto por agentes locales como internacionales), este solo efecto generará un impulso en el crecimiento de corto plazo, tanto por mejores perspectivas para la inversión como por un consumo privado más alto alimentado por la mayor creación de empleo producto de lo anterior. Por supuesto, una institucionalidad sólida es clave para otorgar esta credibilidad a las reformas y generar el compromiso de mediano plazo de los agentes.

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